Soy Pablo y tengo 24 años. Soy de Santander y, hasta hace poco tiempo, tenía una novia estable de hace varios años. Teníamos una bella relación: estábamos en la misma frecuencia, reíamos mogollón juntos y compartíamos cantidad de experiencias.
Un día, sin embargo, en la fiesta de un amigo mío, conocí a Nerea. Era completamente distinta de Alba, mi ex novia. Es verdad, Alba era simpática y profunda, pero también increíblemente complicada y sesuda. Con ella no se podía hacer nada impulsivo por tomaba todo muy en serio.
Lamentablemente, también tenía este comportamiento en la cama. Para ella habría sido lo mejor si hubiéramos planificado con fecha y hora también nuestros encuentros sexuales. Hacerlo espontáneamente no era posible en lo más mínimo y yo siempre tenía la sensación de que para ella se trataba más de un deber que de un placer. Siempre juró que le gustaba hacer el amor conmigo, pero sinceramente a mí me daba una impresión totalmente contraria.
Página de "aventuras" galardonada
Frente a Nerea fingí que se trataba simplemente de una amiga. Para ser sincero, quería mantenerme abierto a todas las posibilidades, incluso si sabía perfectamente qué buscaba. Después de un poco, Nerea me preguntó si podíamos encontrarnos nuevamente.
En un inicio me sentía tan inseguro que intenté evitarlo, pero al final dije: “¡Por supuesto! ¿Por qué no?”. Quedamos para el día siguiente, en un bello restaurante. Cuando volví a ver a Alba después de la fiesta, ella se dio cuenta de que sucedía algo extraño y me preguntó inmediatamente qué tenía. Yo le dije que estaba todo bien, sólo que estaba muy cansado.
Antes de la cita con Nerea estaba nerviosísimo. Había estado mucho tiempo para decidir cómo vestirme. Y esto aunque me repetí innumerables veces que se trataba sólo de una cena amistosa, y que no sucedería nada más.
Pensaba realmente ser lo suficientemente fuerte y responsable como para lograr controlarme. El destino quiso que ese mismo día Alba tuviera una reunión de trabajo fuera de la ciudad, lo que significaba que pasaría la noche en un hotel. Cuando llegué al restaurante, Nerea ya estaba allí esperándome, ¡y se veía monísima! En ese momento, quedó claro cómo terminaría la noche. No quería forzar la situación pero, si sucedía algo, no me opondría. Durante la cena constatamos tener millones de cosas en común y una chispa se encendió entre nosotros…
Creo que nunca me sentí tan atraído hacia a una mujer como esa noche me sentí atraído a Nerea. Ambos habíamos bebido bastante y, mientras salíamos del restaurante, Nerea me preguntó si quería ir a su piso. Yo le respondí que sí. Me había jurado que sólo entraría un minuto y luego retornaría a casa, pero apenas ella cerró la puerta a nuestras espaldas, no pudimos contener más nuestro deseo y nos amamos con pasión. Fue bellísimo, y me sentí embriagado en felicidad no sólo mientras lo hacíamos, sino también por mucho rato después.
Gradualmente, sin embargo, mi conciencia sobre lo que le había hecho a Alba se sentía cada vez más fuerte y, con ella, el sentimiento de culpa. Nerea se dio cuenta de que estaba pensativo y me pidió explicaciones.
No pude contenerme y le conté todo. Estaba furiosa conmigo porque le había ocultado que tenía una novia. Agregó que, de haberlo sabido, entre nosotros jamás habría sucedido nada. La situación tampoco me gustaba a mí, pero, al mismo tiempo, sabía perfectamente que volvería a hacerlo todo sin pensarlo dos veces.
Intenté decírselo, pero estaba tan enfurecida que se puso a gritar que no quería volver a verme jamás. Me rompió el corazón, pero una parte de mi sabía que tenía razón. No debería haberle mentido, y no debería jamás buscar iniciar una nueva relación escondiendo la verdad.
Es cierto, en este caso no se trataba de una relación, pero las mismas reglas deberían valer siempre de todos modos, aún si se trata sólo de un ligue. Nerea me dio la espalda y no me dirigió más la palabra. Tomé mis cosas y me fui.
Desde entonces no volví a ver a Nerea. No logro parar de pensar en ella, si bien sé que debería olvidarla y avanzar con mi vida. Con respecto a Alba… lo dejamos. No pude contenerme y le confesé todo lo sucedido apenas volvió de su viaje de trabajo. Comprensiblemente, se hallaba muy herida y enfadada, pero me dijo que no quería renunciar a mí y que deberíamos intentar rescatar nuestra relación.
Por eso, nos mantuvimos juntos por un par de meses, pero en un cierto punto debimos admitir que mi infidelidad había arruinado la relación de forma irreparable. Hay parejas que logran continuar como antes, o incluso mejor, luego de una traición. Yo y Alba, sin embargo, no entramos dentro de esa categoría. En retrospectiva, creo que no fue una gran pérdida, porque Alba no era la mujer indicada para mí. Sí, es cierto, era inteligente e ingeniosa, pero en muchos aspectos simplemente no estábamos hechos el uno para el otro. Y cuando el amor no es lo suficientemente fuerte, no puede durar.
La traición fue una experiencia excitante, pero no la volvería a hacer. Sería necesario tener aventuras sólo cuando se es soltero. O al menos esta es la conclusión a la que he llegado yo.
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