No me siento culpable. Simplemente sucedió. Después de casi diez años de matrimonio, he traicionado a mi mujer.
Antes de hacerlo, lo dudé por mucho tiempo y muchas veces me pregunté qué tipo de marido era. Después de que nuestra sexualidad conyugal prácticamente dejara de existir, no pude aguantarme más y pedí consejo a un buen amigo. Él es gay y está junto a su novio hace muchísimo tiempo.
Le conté todo y me dio una respuesta que no sólo me sorprendió mucho, sino que también me hizo ver la situación bajo una luz completamente nueva.
Hay poco que hacer: soy un hombre de 38 años y necesito tener sexo con regularidad. ¿Pero cómo debo reaccionar si mi mujer, luego de tres embarazos, no tiene más ganas de hacer el amor? Como hombre y padre de familia, esto me hace sentir como una rama caída.
Página de "aventuras" galardonada
Le pregunté dónde era que sucedía eso y él, sin tapujos, me respondió: “Yo, personalmente, me subo al coche y voy a Barcelona. ¡Te lo aconsejo también a ti! Debes calmar tus deseos, ¡de otra forma te arriesgas a explotar y a poner en un serio riesgo a tu familia!”. No puedo negar que me quedé atónito. Antes de poder preguntárselo, él me dijo: “Sí, no te preocupes: ¡Alberto lo sabe!”.
Estaba realmente confundido. No me lo habría podido imaginar. Sí había ya oído hablar de las relaciones abiertas de algunas parejas gay, pero no pensaba que esto incluyera a mi amigo y su novio, ya que se aman tanto.
Viven justamente junto a nuestra casa y son una pareja como todas las demás. De hecho, son casi una pareja modelo. Obviamente, también son amigos de otras parejas gay, algunas de las cuales tuvimos el placer de conocer durante una o dos barbacoas, pero nos habríamos dado cuenta si allí en su casa hubiera habido un continuo ir y venir de hombres desconocidos.
En un cierto punto, él me dijo algo que me quedará grabado por siempre en la memoria: “Sabes, las mujeres tienen sexo con el objetivo de construir un nido. Nosotros, los hombres, tenemos sexo para relajarnos. Es natural que tengamos necesidad de cierta variedad, de tanto en tanto”. Esta frase fue para mí como una revelación: era la solución para todos mis problemas y acabó por salvar mi matrimonio y mi familia.
Desde entonces, como explicaba al inicio de mi historia, no siento nada de culpa cuando tengo sexo con otras mujeres. Me sentía realmente agradecido con mi amigo por sus preciosos consejos. Por supuesto también me sentía muy curioso, e intenté hacerle varias preguntas para saber más sobre sus experiencias. En ese punto, simplemente me propuso que me uniera a él la próxima vez que fuera a Barcelona.
Antes, sin embargo, me aconsejó hacer una pequeña búsqueda en Internet para encontrar ya desde antes una potencial pareja sexual. Aconsejó que encontrara una que se hallara en mi misma situación.
Al inicio no entendía a qué se refería. Luego, una noche, me mostró diversos sitios en línea. Sabía que existían para hombres que buscaban otros hombres, así como hombres en búsqueda de mujeres. ¿Pero que lo hiciera gente casada? Probablemente estaba demasiado obsesionado con la idea de la fidelidad para concebir una idea del tipo. Pero como estaba realmente frustrado por la falta de sexo, del cual tengo necesidad como del aire que respiro, el hecho me dio mucha curiosidad. Mi amigo me enseñó cómo funcionaban los chats en los sitios web que frecuentaba él.
Para mí era como sumergirme en un mundo completamente nuevo. Luego ingresó a uno de los sitios “mixtos”, en los cuales había tanto gente heterosexual como bisexual y homosexual. Era como un supermercado de posibilidades. Me enseñó un par de cosas y me dijo: “¡Ahora sólo debes crear un perfil personal y esperar un poco!”. Obviamente lo hice e, incluso si no podía creerlo, recibí diversas solicitudes de chat interesantes esa misma noche. Mi amigo me explicó todo lo que era necesario saber sobre ese tipo de sitios y añadió: “Mañana, cuando comiences a sentir deseos, ven aquí con tu portátil, te conectas a nuestro router, y verás qué sucede”.
Me inscribí a un par de los portales que mi aconsejó mi amigo, y él me confió que, por pura diversión, a veces ingresa bajo una identidad falsa. Me contó que finge ser otra persona y que incluso ese aspecto del “juego” lo estimula enormemente. Dice que le hace bien a su autoestima saber que es deseado, incluso cuando nadie sabe realmente quién es. Lo describió como un “estímulo erótico” que de tanto en tanto es necesario.
Obviamente, yo no lo juzgo por esto. De hecho: como decía antes, verdaderamente me siento agradecido por su honestidad y por todo lo que hizo por mí. Gracias a él, aprendí a ser más tolerante y abierto con mi propia sexualidad, y a no sentirme culpable cuando tengo sexo con otras mujeres. Lo mejor de todo, es que la mayor parte de estas mujeres nunca ocultaron tener un marido o un novio. Lo que buscan es simplemente un poco de diversión con otro, ¡exactamente lo que busco yo! Jamás oculté estar en una relación que no deseo poner en peligro. Siempre puse en claro que estoy interesado sólo en aventuras de carácter puramente sexual.
Mi amigo me aconsejó desde un inicio no publicar fotos en mi perfil. Es más seguro enviarlas mediante mensajes privados. Por motivos de discreción, seguí su consejo. Finalmente llegó el día en que fuimos a Barcelona juntos. Para mí se trataba de mi primera cita con una mujer contactada por Internet. Por su descripción, parecía ser exactamente de mi tipo. Mi amigo me dejó en la estación, mientras él iba a un sauna.
Establecimos un horario para reencontrarnos más tarde, de modo que ambos tuviéramos bastante tiempo para nuestros encuentros. Me encontré con la mujer en cuestión en un café del centro. Ella fue muy puntual y la reconocí de inmediato. Estaba increíblemente nervioso. Por suerte, ella me hizo sentir cómodo enseguida, revelándome que no era la primera vez que hacía esto. Su disponibilidad y apertura mental me sorprendieron positivamente.
Fuimos a un hotel cercano, en el cual yo había reservado una habitación con anterioridad. Me había asegurado de poder pagar en efectivo, de modo de no dejar rastros. Por lo demás, mi amigo me ofrecería una coartada en caso de que mi mujer sospechara. No era siquiera una mentira. Realmente fuimos a Barcelona. El único detalle omitido es que no pasamos todo el tiempo juntos. Hasta el día de hoy, mi mujer no sospecha de nada. Sólo hago estos viajes inocuos con mi vecino. ¿Qué no debería jamás suceder? Después de aquella primera vez, me concedo regularmente este tipo de aventura, una o dos veces al mes.
Con algunas mujeres me encontré más de una vez, pero siempre se trató de aventuras. Tengo sexo para relajarme. Nada más y nada menos. De tanto en tanto, estoy tan sereno y tranquilo, que incluso la relación sexual con mi mujer ha mejorado. ¡Hemos vuelto a hacer el amor de tanto en tanto! Quién sabe si realmente no sospecha nada, ¡yo espero que así sea! No quiero herirla con mi infidelidad.
es una personalidad disociada regida por el pene — sin valores ni sentimientos — la relación no es solo coger o follar —– a una mujer o quizás a un hombre — o ser homo — o trans — todo es placer físico gozar de correrse o eyacular hasta que caiga la noche — y todo termine